Es un hecho que las personas con las que más a gusto nos sentimos, son las que hemos constatado que mejor nos comprenden. Aquellas que nos perciben tal y como somos. Las que, lejos de juzgarnos, nos apoyan, nos estimulan y, cuando toca, nos reconfortan y consuelan. Hasta ahí perfecto:pero ¿que pasa con el resto?
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