14.5.11


Ya no nos lo jugamos todo al pito-pito,  ya no tenemos 7 años y nos revolcamos en la arena del parque y nos manchamos de arena. Ya no perseguimos burbujitas de jabón, ni nos inventamos los nombres de las cosas, tampoco jugamos a ser princesas, ni tan siquiera ponemos semillas entre algodones para comprobar como la vida transcurre entre las paredes de un tarro de cristal. Ya no nos escondemos bajo nuestra manta favorita cuando hay algo que nos da miedo, ni llamamos a mamá pensando que de esta forma todos nuestros demonios se irán. Ya no, ya no somos niños aunque en numerosas ocasiones lo parezcamos. Ya no pedimos deseos al soplar las velas de una tarta, ya no pasamos la noche en vela esperando un regalo especialni tenemos la espontaneidad de la inocencia. No, ya no. Ahora perseguimos otros sueños, nos emocionamos con cosas distintas... podemos sentir una canción hasta lo más profundo del alma, podemos compartir recuerdos, podemos saborear cada instante y podemos encontrar en la tristeza un refugio desde el cual coger fuerzas para convertirnos en personas mejores. No necesitamos el dinero, no necesitamos las cosas que pueden desaparecer en el tiempo, que pueden convertirse en meros estados volátiles de amargura y de simple decadencia. Ya no somos como solíamos ser, o quizás sí. Yo ya no recuerdo como era, ni tan siquiera sé como soy en este preciso instante. Lo daría todo por volver a ser niña. Otra vez.

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